La bruja Calixta se hallaba tendida en la hierba repasando su libro de encantamientos, la jefa de las brujas le había ordenado que practicara algunos hechizos, pero hacía mucho calor y a ella no le apetecía ponerse a trabajar, de todas formas como estaba muy aburrida, casi sin querer empezó a leer:
-¿Cómo transformar una rana en un príncipe?- Leyó entre bostezos. –Tómense tres cucharadas de polvo de luna, échese en un puchero jugo de murciélago-
Calixta se tumbó en la hierba y observo las algodonosas nubesillas que flotaban en el cielo.
-Como me gustaría ser una nube y flotar. ¡Pues eso es lo que haré, aprender a flotar!-
Volvió las hojas del libro hasta dar con un encantamiento que tenía por título: Cómo convertirse en una nube.
-Como una nube de algodón que flota en el firmamento, así quiero ser yo. Abracadabra.-
Súbitamente calixta empezó a elevarse hacia las nubes y se quedo flotando suavemente entre ellas.
-¡Qué sensación tan agradable! Ojalá pudiera verme ahora mi jefa-
-¿Qué es esa manchita negra tan curiosa?- Preguntaba la gente que veía a Calixta flotar en el espacio. En aquel preciso momento el hechizo se desvaneció y Calixta comenzó a caer y a caer, hasta aterrizar en el río.
-¡Socorro, me ahogo!
-¿Porqué no aprendes a nadar?- Pregunto una rana que observaba los esfuerzos de Calixta por salir del agua.
-No quiero aprender a nadar, lo que quiero es flotar. Veamos, ¿qué otra cosa flota a parte de las nubes? Claro, un barco. Pues buscaré un encantamiento para un barco
Volvió a mirar en su libro de hechizos y halló uno que decía así:
-Haz que aparezca un barco en medio del ancho río, pues en él me tenderé y de esta manera flotaré.
Al instante apareció ante sus ojos una barquita junto a la orilla, Calixta subió a ella y se alejó hacia el centro del río.
-¡Qué delicia!- exclamó mientras flotaba cómodamente. Pero de pronto, notó que algo húmedo y frío bañaba sus pies. Y al incorporarse vio que el barco se llenaba de agua.
Calixta intentó achicar el agua con su sombrero, pero el agua no paraba de subir y el bote se hundía más y más hasta que desapareció por completo.
-¡Socorro, socorro!
-Siempre terminas en el agua- Se mofó la rana. -¿Porqué no aprendes de una vez a flotar como yo?
-Eso es justamente lo que pretendo, pero no resulta nada fácil, al menos para mí.
-Sólo tienes que imitarme, ¡anda se valiente!
La rana se tendió de espalda y Calixta hizo lo mismo. Y como la rana era buena maestra, pronto aprendió a flotar.
-Esto es mucho mejor que esos estúpidos encantamientos que siempre salen mal. No sabes bien lo feliz que me siento.
Calixta cerró los ojos y escucho el suave murmullo del agua, mientras en la orilla, yacía olvidado, su libro de encantamientos.
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